También conocido popularmente como laurel real y laurel romano, es un arbusto o árbol perenne o siempre verde que alcanza los 6 e incluso 8 metros de altura. Originario de los Balcanes, Cáucaso y Asia Menor lo solemos encontrar en parques y jardines pues es muy utilizado como planta ornamental.
En algunas ocasiones, en la región asturiana, nos tropezamos con ejemplares naturalizados, pues soporta bien las bajas temperaturas, habitando sobre todo en bosques caducifolios al lado de castañales y robledales, desde el nivel del mar hasta los 1000 metros de altitud, aunque podemos plantarlo a más altura pues resiste y tolera bien las heladas.
El tronco tiene una corteza oscura y lisa, con madera blanca, dura y resistente al agua. Sus hojas son brillantes, grandes, ovaladas, duras o coriáceas y de color verde oscuro. Poseen el margen entero o escasamente dentado; son acuminadas y con una punta corta.
Las flores son aromáticas de color blanco y brotan de las axilas de las hojas, se agrupan en inflorescencias formando racimos. El cáliz consta de 5 sépalos cortos y 5 pétalos. Posee numerosos estambres. Florece desde marzo-abril hasta junio-julio.
El fruto es una drupa globosa, parecida a una cereza, verde al principio y negra al final cuando está madura, y se agrupa en racimos. Toda la planta es tóxica, especialmente los frutos inmaduros y las semillas. Las intoxicaciones accidentales suelen producirse por su confusión con las hojas de laurel.
El laurel cerezo nunca pierde las hojas y ofrece un aspecto verde oscuro intenso durante todo el año. Su porte arbustivo, rapidez de crecimiento y facilidad para la poda hacen de esta especie un recurso muy utilizado en jardinería ornamental.
Posee propiedades terapéuticas como estimulante respiratorio, las hojas frescas eran usadas para catarros, asma y para tratar la tos convulsiva o tosferina, pero en la actualidad ya no se utiliza dada la peligrosa toxicidad de la planta.
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