Acebo, carrascu, xardón, ….- Ilex aquifolium



   Con la llegada del frío y con escasas horas de sol, durante el otoño e invierno, en las amplias zonas de pradería, bordes de caminos, bosques, zonas de ribera, ….. observamos que las plantas pierden sus flores y los árboles caducifolios sus hojas, pero puede ser una excelente época para contemplar  algunas joyas naturales que nos pueden sorprender.



   Son los momentos del ´acebo`, entre otras plantas, un arbusto muy conocido por mostrarnos sus llamativas y coralinas bayas a partir de octubre-noviembre y que contrastan con el verde intenso de sus persistentes hojas. En algunos lugares de Asturias alcanzan los 15 m. de altura y viven más de 200 años.



   Árbol o arbusto posee un tronco recto y corteza lisa de color verdoso, que con el tiempo se vuelve grisácea y agrietada. Ciertamente llaman la atención sus hojas elípticas, alternas, simples, duras, intensamente verdes por el haz y un poco más claras por el envés, y contorno variable con fuertes espinas punzantes a veces liso en las partes altas.



   Es una especie dioica, sus florecitas son unisexuales y nacen en tallos y troncos separados, en este caso agrupadas en la base de las hojas situadas en la parte alta de las ramas, de color blanquecino amarillento o algo rosado, provistas de cuatro pétalos. Florecen desde abril-mayo hasta junio-julio.



   Solamente las flores femeninas conseguirán sus frutos, unas drupas carnosas de color rojo brillante cuando están maduras, que contienen las semillas, a partir de octubre-noviembre se convierten en unas bayas muy llamativas, y se mantienen en el árbol durante varios meses.



   En la cordillera Cantábrica y otras montañas asturianas, este peculiar árbol o arbusto, según se aprecie, realiza una notable función ecológica, el carrascu o acebu es un generoso hospedador que suele dar cobijo y sustento a un buen número de aves y mamíferos en hayedos, abedulares y robledales despojados y aletargados en los meses fríos del invierno.



   Su denso follaje se convierte en un aposento aislado con una temperatura muy superior a la ambiental, ocultando a los animales resguardados de sus habituales depredadores, los frutos y hojas del acebu ayudan a mantener las reservas alimenticias de los animales refugiados.



  Típico y representativo de la montaña y del invierno astur fue árbol sagrado para los celtas que lo utilizaban en el solsticio de invierno para atraer buena suerte y prosperidad, “guardián de la sabiduría durante el período oscuro del año”. Si lo plantamos cerca de nuestra casa nos protegerá de la mala suerte, alejando demonios y malos espíritus, y el invierno será más llevadero.



   Desde hace muchos años el acebo ha sido utilizado por la vieja medicina natural. La infusión de las hojas cocidas se usaba como diurético y los frutos son purgantes y vomitivos, pero mucho cuidado pues son tóxicos, muy peligrosos para los niños ¡Mucha atención!, incluso para los adultos si no controlamos la cantidad.



   Hace algunos años, sobre todo en zonas de montaña, el acebo se podaba para utilizar las hojas como alimento para el ganado. Por otra parte, la tradición católica lo introdujo como elemento decorativo navideño para sustituir al muérdago, considerado pagano. En la actualidad se trata de una planta protegida por peligro de extinción debido al uso abusivo.



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