El tejo o texu es realmente un árbol poderoso y longevo, puede llegar a vivir todo un milenio. Además de ser un árbol protegido y sagrado dentro de la mitología asturiana, posee mucha presencia y ocupa realmente un lugar privilegiado en los lugares donde se deja ver.
Al tener una vida tan dilatada, algunos dicen interminable, se conservan muchas historias, cuentos y leyendas sobre su existencia. Se cuenta que fue sagrado para los celtas y germanos, y con la llegada del cristianismo no cambió su especial sentido religioso pues fue plantado con frecuencia al lado de iglesias y cementerios.
Es cierto que nuestro entrañable ´texu` es particularmente singular y algo misterioso, suele acomodarse en diferentes tipos de bosques de las zonas colinas y de monte, viviendo aislado de otros de su misma especie. Le gusta crecer en soledad, rodeado de riscos y empapado de agua.
También le gusta ubicarse en foces, desfiladeros y escarpes rocosos, bien sujeto a las rocas y en terrenos pedregosos. No evita los ambientes frescos y sombríos. En escasas situaciones puede originar bosques propios, llamados tejedas o tejedales, siempre en suelos calizos, mediana altitud y abundantes lluvias. Podemos localizar algunas en la Sierra del Aramo, Muniellos o en el Sueve.
Sus raíces son capaces de encontrar cualquier hueco o rendija en las rocas para lograr los nutrientes necesarios, realmente presenta un enraizamiento admirable, a veces increíble. La mitología nos cuenta que “las raíces del tejo son muy finas para crecer a través de los ojos de los muertos y así no puedan ver el camino de regreso al mundo de los vivos”.
El tronco del tejo no expresa sus años, es fuerte, grueso, estriado, con corteza fina pardo rojiza o grisácea, que poco a poco con el paso del tiempo, se vuelve escamosa. Genera numerosas ramas, extendidas, bastante horizontales y muy abiertas, colgantes en la terminación.
Sus hojas son acículas perennes, alargadas, aplanadas, suaves y no punzantes, de color verde oscuro brillante por el haz y algo más pálida por el envés, y se disponen en dos filas opuestas sobre las ramas. Pueden permanecer hasta 8 años en el árbol.
A pesar de su pesado follaje los tejos también florecen, lo hacen al final del invierno y principios de la primavera, es un árbol dioico lo que quiere decir que las flores femeninas y masculinas están en árboles distintos.
Las masculinas con numerosos estambres y llamativos globitos amarillos, parecen pequeños sacos que brotan en las axilas de las hojas. Suelen abrirse a partir de febrero, soltando enormes cantidades de polen para que el viento se encargue de dispersarlo.
El objetivo es alcanzar a los árboles con flores femeninas, por cierto muy discretas y más difíciles de diferenciar. En estos árboles los frutos aparecen durante el otoño, formando unos arilos carnosos y rojizos muy vistosos.
Todas las partes del tejo poseen una extrema toxicidad, es decir ramas, hojas, raíces, semillas, a excepción del arilo encarnado y carnoso del fruto, pero mucho cuidado pues si se tragan con ellos las semillas se producen peligrosas intoxicaciones, que pueden ser mortales. Contienen un potente veneno, la taxina.
Se dice que es uno de los árboles sagrados de la mitología asturiana pues representa el vínculo del pueblo con la tierra, con la religión antigua y con los antepasados. Posiblemente su larga vida sea el origen de numerosas creencias, alegorías y dichos. Ciertamente poco se sabe, pero todavía siguen vivas ya que en toda la región se mantiene la costumbre de ´adornar` edificios particulares, ermitas, cementerios e iglesias con un ´texu`.
Su madera siempre ha sido muy apreciada en ebanistería, desde tiempos ancestrales, especialmente por su dureza y elasticidad, pero en la actualidad el tejo es especie protegida por lo que no se puede ni tocar. Algunos ejemplares ya han sido declarados Monumentos Naturales.
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